¡Hola, mujer apasionada!
Acabamos de estrenar el último mes del año y va llegando ese gran momento en el que hacemos nuestra lista de objetivos y propósitos para el año nuevo pero dime, ¿ya has hecho balance de los del año pasado? Y ¿qué tal?… ¿has cumplido todos los que te propusiste?
Algunos de ellos probablemente no.
Puede que no hayas conseguido aquellos enormes propósitos que no calculaste bien y se te hicieron bola, o puede haberten costado un mundo, incluso, aquellas pequeñas metas que creías que iba a ser fácil alcanzar y has acabado abandonando.
Respira, porque no eres la única.
Solemos quejarnos de que el año se nos queda corto para trabajar todo lo que queremos conseguir, que no es nunca tan largo como esperamos y por eso no nos da tiempo a lograr resultados para tantos objetivos que nos comprometemos a lograr. Sin embargo, el año tiene 365 días llenos de oportunidades para alcanzar todo lo que nos propongamos. Puede parecer un tópico decir esto, pero es así.
Ahora, sé honesta contigo misma y respóndeme a estas preguntas ¿Cuántas metas, propósitos, objetivos intentaste cumplir con toda tu energía y con verdadera convicción e intención de alcanzar? ¿Cuántas de esas metas, propósitos y objetivos dejaste a medio camino por desánimo, ver pocos resultados, creerte incapaz o, incluso, pensar que era imposible alcanzarlos?
Y lo fuerte de esto es que, detrás de todas esas metas, propósitos y objetivos de año nuevo se encuentran muchos de nuestros sueños e ilusiones. Mucho de lo que nos motiva, algunas soluciones a nuestros problemas y aquello que pensamos que nos va a hacer felices. Así que, debería ser algo a tomarnos muy en serio si de verdad queremos obtener los resultados que nos impulsen a vivir llenas de energía y de esa plenitud que, año tras año, seguimos persiguiendo.
Seguro que te son familiares estos típicos propósitos de Año Nuevo: aprender a bailar o a tocar un instrumento, dejar de fumar, sacarte el carnet de conducir, cambiar de trabajo, echarte novio, apuntarte al gimnasio, adelgazar esos kilos de más, aprender inglés, viajar al Peloponeso, …
Si ya tienes la lista de propósitos que quieres lograr en 2024, y alguno de ellos es un «copia-pega» de la que hiciste el año pasado (y que quedó inconcluso, abandonado o ni siquiera intentado), es que algo está fallando. Y por eso voy a hablarte de la relación que existe entre nuestras metas o propósitos y nuestras emociones.
Nuestra capacidad para cumplir metas y objetivos tiene mucho que ver con la capacidad que tenemos para gestionar las emociones y, más concretamente, con competencias emocionales como la resiliencia, la determinación y los miedos como, por ejemplo, el miedo al fracaso o, incluso, el miedo al éxito.
Actualmente, nuestra sociedad vive un momento en el que, cada vez más personas empezamos a perseguir metas, objetivos y propósitos que tienen más que ver con lo emocional y el crecimiento de nuestro yo interno que con las típicas mencionados y que están más relacionadas con lo físico y lo intelectual. Cada vez vamos siendo más las que buscamos el bienestar interior como propósito para poder gozar de serenidad, calma, alegría y evitar angustias y sufrimientos ante contratiempos o adversidades que igual nos va a tocar vivir el nuevo año.
Existe hoy en día, una creciente búsqueda de aprendizaje relacionado con competencias emocionales que nos ayuden a hacer nuestra vida mejor en cuanto a que nos proporcionen sensación de control ante lo que nos sucede y de saber también disfrutar más de lo que tenemos.
Por todo esto, una de las claves más importantes para conseguir alcanzar estos propósitos de bienestar es, precisamente, la regulación emocional.
Te voy a contar a continuación los pasos imprescindibles que van a ayudarnos a acercarnos más al logro de ese bienestar:
- En primer lugar, debemos saber a dónde queremos ir exactamente. Necesitamos tener una dirección clara de hacia donde vamos.
- Nuestras metas deben ser lo más concretas y específicas posibles. Por ejemplo, hacernos preguntas del tipo: ¿cómo puedo sentirme mejor? Si lo que quiero es tener una vida más tranquila, preguntarme ¿cómo lo voy a hacer? ¿qué necesito para conseguirlo? Y decidir qué acción o acciones voy a llevar a cabo.
- Darle un espacio a la acción: ¿cuándo lo voy a hacer? Aquí debe concretarse exactamente en qué momento, en qué plazo de tiempo y a qué hora voy a realizar aquello que me va a ayudar a sentirme mejor.
- Prevenir los obstáculos que puedan aparecer y prepararnos para superarlos. Nos puede ayudar a respetar nuestro espacio de tiempo para las acciones, por ejemplo, programar una alarma que nos avise de esos momentos que necesitaremos para realizarlas y, sobre todo, no poner excusas para no hacerlas.
-
Revisar los resultados. Comprobar, cada equis tiempo, si hay evolución, cualquier avance o cambio y, si no los hay, identificar qué podemos estar haciendo mal, cuál es el motivo que no está ayudándonos. Así averiguaremos si, quizá, no es nuestro momento para perseguir ese objetivo o si las acciones que estamos llevando a cabo no son las más adecuadas. Puede que debamos elegir otro momento, o bien, sustituir las acciones por otras que sí nos ayuden a cumplir nuestra meta. También puede ocurrir que, en lugar de las acciones, lo que debamos cambiar es la hora de nuestro espacio de tiempo para llevarlas a cabo.
Hacer todos estos cambios y ajustes es importante para corregir nuestra dirección y no terminar abandonando nuestras metas y propósitos. En nuestro camino hacia ellos, nos equivocaremos muchas veces, y es fundamental que, a base de ir probando estrategias, identifiquemos qué es lo que necesitamos hacer para avanzar.
También es importante identificar qué pensamientos y diálogos internos nos están generando emociones incómodas o negativas como desánimo, frustración, impaciencia, impotencia, etc. Estas emociones nos paran en seco, nos debilitan, limitan nuestra capacidad de logro y, a menudo, nos llevan a abandonar nuestros objetivos.
Pensamientos como “no lo va voy a lograr nunca”, “seguro que otra vez abandono”, “nunca lo hago bien”, “no puedo con esto”, “no valgo para esto”, nos generan justo esas emociones que no nos ayudan y que, además, dañan nuestra autoestima y confianza porque nos hacen sentir que, un año más, no lo vamos a conseguir. Son emociones limitantes que nos llevan a abandonar, incluso, antes de intentarlo.
Para no desmotivarnos y terminar abandonando, una estrategia que podemos seguir, en el momento en que aparecen este tipo de emociones es aceptarlas y transformarlas en algo positivo.
Por ejemplo, si me frustro porque no estoy consiguiendo el avance que esperaba, utilizo esa frustración como impulso para seguir y sentirme más motivada. Así he transformado una emoción que no me ayudaba y me limitaba, en otra que me impulsa y me empodera.
Para evitar que, las emociones que nos limitan, se apoderen de nuestra motivación a la hora de cumplir nuestros propósitos, podemos llevar a cabo también estas otras estrategias que nos van a ayudar a tener el éxito que buscamos:
- No marcarnos metas demasiado grandes o imposibles que ya, de antemano, sabemos que no vamos a poder cumplir pues nos hará sentirme incapaces, que no podemos y esto minará nuestra autoestima y confianza.
- Preguntarnos si realmente esas metas y objetivos son mías o si son de otros o me las han dicho otros ya que, si no son algo que nosotros necesitemos de verdad, no vamos a comprometernos lo suficiente y la consecuencia de esto será que la abandonaremos.
- Permitirnos los fallos y no por ellos abandonar nuestras metas. Podemos pararnos cuando lo necesitemos y reforzarnos para retomarlas en cualquier momento, cuando decidamos seguir.
- Aceptar el proceso con sus baches, sus tropiezos y caídas. Debemos ser conscientes de que vamos a tener altibajos, pasaremos por momentos duros o difíciles, pero no debemos sentir que fracasamos si no vamos como esperábamos. Permitámonos adaptarnos a cada momento, a cada dificultad, y alejémonos del perfeccionismo. Seguir nuestro camino con el impulso de querer hacerlo cada vez mejor.
- Aprender a esforzarnos y a entender que hacerlo merece la pena. Visualizar la meta conseguida y tomar impulso.
- Llevar un inventario de logros. Celebrar, felicitarnos y premiarnos cada vez que consigamos hacer lo que nos hemos propuesto. Valorar todos los pequeños logros que nos van acercando a nuestras metas son valiosos estímulos que nos motivan y empujan para continuar.
- Revisar nuestras metas durante el camino pues éstas pueden haber id cambiando, o nuestra situación, nuestros deseos o ilusiones. Si hemos experimentado cambios debemos actualizar lo que queremos conseguir y no empeñarnos en perseguir lo que nos propusimos si ya no nos hace falta.
- Aceptar el miedo como parte del proceso. El miedo a no conseguir nuestra meta y el miedo a conseguirla. En ambas situaciones, nuestro cerebro puede estar percibiendo amenazas. Preguntarnos entonces ¿cuál o cuáles son esas amenazas? Identificarlas. ¿Qué recursos tengas y cuales necesito crear para combatirlas? Responder a estás preguntas hará desaparecer las amenazas pues nos daremos cuenta de que no eran reales.
- Gestionar la culpa por no estar consiguiendo nuestros objetivos o por abandonarlos. En este caso, preguntarnos ¿cuál es el motivo por el que no lo estoy consiguiendo? ¿Qué me ha llevado a abandonarlo? Nos dará las respuestas necesarias para redirigir nuestro camino o, incluso, cambiar las metas en lugar de abandonarlas. Ver que somos capaces de gestionar los obstáculos nos ayuda a sentirnos motivadas y refuerza nuestra autoestima y nuestra confianza.
- Reforzar las creencias positivas sobre nosotras mismas. Recordar que yo creo mis propias creencias y puedo potenciar las que me impulsan.
Cada meta conseguida es una motivación más para ir a por la siguiente y esto alimenta la sensación de “yo sí puedo”.
Conclusión
En definitiva, las emociones nos dan una información valiosa que podemos utilizar siempre para avanzar hacia nuestras metas y propósitos. Nos dan, en cada momento, una idea de lo que necesitamos, lo que nos agrada y lo que no. Por tanto, es importante escuchar a nuestras emociones y, cuando surjan, saber qué hacer con cada una de ellas de modo que, aprovechemos y potenciemos las positivas y transformemos las negativas en algo bueno que nos sirva.
Cómo hemos visto, solo debemos aprender a escucharlas, tomar la intención positiva de cada una de ellas y utilizarla para motivarnos, hacernos más fuertes y determinantes en nuestro camino hacia los objetivos que queremos alcanzar.
Si lideras tus emociones podrás alcanzar
las metas que te propongas
No esperes a que tus propósitos de Año Nuevo se cumplan solos. Toma las riendas de tu vida, comienza a responsabilizarte de ti misma y ve a por lo que quieres lograr.
Los coaches somos profesionales que te podemos ayudar a gestionar tus emociones y te aportaremos las herramientas necesarias para que te marques objetivos claros y cambies todos aquellos aspectos de tu vida en los que te sientes estancada, bloqueada y que te impidan avanzar. A través de cada sesión de coaching profundizarás en episodios de tu vida y en detalles en los que no habías reparado antes. Estos serán vitales para entender el punto en el que te encuentras hoy día para poder seguir avanzando con un autoconocimiento más profundo y una mayor consciencia.
¿Quieres cumplir todos tus propósitos de Año Nuevo? Si necesitas el apoyo profesional para aprender a gestionar tus emociones y lograr cumplir tus objetivos, agenda una sesión de exploración y vemos cómo puedo ayudarte. (Esta sesión tiene un valor de 70€ y tú la recibirás gratis).
Te animo a seguirme también en las redes Instagram, Linkedin, Tiktok y Facebook, donde comparto más contenido que puede aportarte valor.
Me ha gustado mucho el artículo. Gracias y seguiré tu contenido que para mí tiene mucho valor.